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Historias

El problema no es el monumento, el problema es la demagogia.

Demagogia (RAE) «f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.»

El monumento a Francisco Piria en la Rambla de Piriápolis dividió las aguas y amenaza con inundar, cerca de su fin, a la actual gestión del Municipio homónimo.

No se sabe bien a son de qué y muy oportunamente pocos meses antes de las elecciones (tanto nacionales como municipales), tres o cuatro personas decidieron colocar un monumento al fundador de la ciudad, por compra directa y sin ningún consenso social -ni en el hecho en sí, ni en el emplazamiento definido para la figura- en la Rambla de Piriápolis (declarada Monumento Histórico Nacional por la Comisión de Patrimonio en el año 2021).

Fue, como ciertos actores políticos nos tienen acostumbrados en el pueblo, sin bajarse del caballo, sembrando más dudas que certezas, e iniciando la discusión sobre el hecho consumado, en lugar de que precedan el diálogo y el consenso. El problema no es el monumento, sino la forma de hacer política.

Y cuando digo «la forma de hacer política» me refiero al mayor alcance del concepto: primero, intentando capitalizar con fines partidarios una figura que es común a la identidad de toda la población de Piriápolis, trascendiendo las filiaciones políticas. Segundo, decidiendo el acto y el escenario sin considerar el valor patrimonial de la rambla del balneario, las subjetividades estéticas, la sensibilidad del contexto electoral… por nombrar algunos destacables de una lista con muchos puntos en contra. Y tercero, acusando luego de mala fe partidaria a quienes señalan estos errores, paradójicamente, viendo la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.

El monumento en sí ya es lo accesorio del asunto, debiéramos poner focos, tinta y reflexiones sobre lo que nos muestra: actos sociales sencillos que reunirían amplios consensos debidamente abordados pueden llevar a la más radical fractura en la opinión publica si no son tratados con la suficiente inteligencia y sensibilidad políticas, o si reciben un tratamiento espurio.

Ojalá que para el presente caso prime la sensatez por sobre la demagogia oportunista, y que los escasos interesados en que este monumento se concrete a como dé lugar -aún a costa de atropellar otras voluntades- lo piensen con mayor sabiduría.

Francisco Piria, el pueblo que fundó y la gente que lo habita, se merecen mucho más.

Martín Márquez, vecino Cerro de los Burros

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