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El lado oscuro de la «Gala de las luces»

La «Gala de las luces» se ha convertido en un evento que, por un lado dinamiza el turismo y la economía local, y por otro, encierra una serie de controversias que afectan a la salud de las personas, a la fauna y al ambiente. Detrás del brillo y el espectáculo, surgen preguntas sobre el costo real de estas festividades.

Una celebración sin consulta previa
Durante recientes conversaciones, diversas voces de la política y organizaciones sociales locales han denunciado la falta de diálogo y consulta previa en la organización de estos eventos. Como destacó el concejal Federico Casas, la ausencia de un debate interinstitucional y el proceder unilateral de algunas autoridades “cercenan a la democracia” al imponer acciones sobre el territorio sin el consenso de la comunidad.
Además, en respuesta a la creciente polémica, el Consejo aprobó la carta abierta* presentada por varias organizaciones sociales, en la cual se incluye Radio Mangangá, en la que se expresa su profundo desacuerdo con la realización de eventos como la «Gala de las luces» sin la debida consulta previa. Este documento institucional subraya la necesidad de una mayor transparencia y participación ciudadana en la toma de decisiones, resaltando que las actividades públicas deben planificarse de manera inclusiva para proteger tanto el bienestar de la comunidad como el ambiente.

Daños irreversibles en la salud y el entorno

Desde el ámbito de la protección animal y la salud pública, la integrante de la Coordinadora Pirotecnia Cero UY, Karina Kokar expone el impacto negativo que la pirotecnia tiene sobre los seres vivos. En reuniones con colectivos de protección animal y ambiental, se ha mostrado cómo el estruendo de los fuegos artificiales afecta no solo a los animales –que pueden sufrir desde lesiones hasta comportamientos agresivos– sino también a personas hipersensibles, especialmente aquellas con trastorno del espectro autista (TEA).

En entrevista para Radio Mangangá, Karina Kokar declaró:
«Los animales no se asustan. No estamos hablando de sustos. Estamos hablando de daños. Si vos sentís un sonido que realmente es el triple, como mínimo, de lo que uno siente, eso ya daña al oído. Por ejemplo, en el caso de los animales, se empiezan a morder, lesionar, pueden convulsionar porque es algo inaguantable. Igual a las personas con TEA. Realmente la hipersensibilidad sonora es casi igual.»

Iniciativas como la instalación de cabinas que replican el impacto sonoro han sido un intento de concientizar sobre los daños que, incluso a nivel ambiental, pueden comprometer la calidad de vida de una comunidad.

El dilema entre tradición y bienestar

No es menor el debate que surge entre quienes defienden la continuidad de estas galas por su aporte al turismo y al comercio local y aquellos que exigen alternativas menos agresivas. Además, de los, supuestos, réditos políticos en plena campaña electoral municipal. Mientras algunos sectores ven en el evento una fuente importante de ingresos y un motor cultural, otros advierten sobre los riesgos de promover festividades que, además de ser ruidosas, pueden tener consecuencias duraderas en la salud y el medio ambiente. La reciente aprobación de leyes que limitan la intensidad de la pirotecnia –como la ley 20.246, que prohíbe el uso de pirotecnia de más de 110 decibeles– es un reflejo del esfuerzo por equilibrar estas dos perspectivas, buscando proteger tanto a los ciudadanos y la fauna como el dinamismo económico de la región.

Hacia alternativas sostenibles
Frente a este panorama, la búsqueda de alternativas se presenta como una necesidad urgente. Propuestas que incluyen la realización de eventos culturales, musicales o actividades al aire libre sin el uso de pirotecnia de alto impacto son ya discutidas en diferentes foros. La idea es encontrar un punto medio que permita seguir impulsando el turismo y los comercios locales, sin sacrificar la salud y el bienestar de las personas y el ambiente.
El espectáculo de luces y sonidos, que a primera vista puede parecer inofensivo, esconde un costado oscuro que requiere ser analizado y, sobre todo, gestionado de manera inclusiva y respetuosa. Esta instancia invita a una reflexión sobre qué clase de turismo y cultura queremos promover, y cómo podemos garantizar que el progreso no se construya a expensas del bienestar colectivo.

CARTA ABIERTA

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